Sobre mí


 

Madrileña, diplomada en magisterio por la rama de literatura y lengua española, autora del blog Más kilómetros, corredora popular, que nació en marzo de 2013 y donde he contado muchas de las carreras en las que he participado durante estos años, tanto de Madrid como de otras provincias de España, además he escrito mis reflexiones e impresiones sobre el mundo de las carreras populares.

Este verano emprendo un nuevo reto, con un blog literario de historias breves y relatos cortos, que ve la luz en julio de 2020 y en el que deseo recoger todos los textos que durante mucho tiempo llevaba dentro y no han sido compartidos hasta ahora. Llevo escribiendo desde muy joven y la mayoría de mis relatos anteriores los he ido perdiendo de diversas formas, a partir de ahora, espero conservarlos reunidos todos juntos aquí. Mi deseo es que os interese, os entretenga y os atraiga lo que podáis encontrar en estas páginas del blog.

De antemano, os doy las gracias por pasaros por mi Conmigo no cuentes y acompañarme.


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MIS AMIGAS LAS LETRAS.

En nuestra primera casa no había demasiado espacio, a duras penas entrábamos los tres miembros de la familia, ¡como para querer llenarla de pertenencias superfluas! La segunda ya era otra cosa, y allí, sin que me diese cuenta del milagro, comenzaron a aparecer libros por todas partes. Lo que nunca comprendí fue para qué llegaron, mis padres nunca leían, y la gente que venía de visita mucho menos. A mí me atrajeron desde el primer momento, los miraba con deseo, con ganas de tocarlos, olerlos... quería abrazarlos, nunca me atrevía a pedir permiso para tenerlos entre mis manos.

Mi padre una mañana debió adivinar mi pensamiento y me animó a cogerlos, -los hemos comprado para ti, son tuyos, puedes cogerlos cuando quieras-. Debí abrir demasiado los ojos por el asombro, me estuvieron doliendo todo el día. Mi desilusión fue tan grande como mi alegría, estuve varios días sin comer apenas, ¿qué eran aquellos signos extraños del interior?. Os parecerá increíble, pero a mis largos tres años nunca había abierto un libro, antes la vida era bien distinta. Tuve que sacar mucho nervio para preguntar qué era aquello de los libros, me hablaron de las letras, las palabras, las frases... había que saber leer y escribir para relacionarse con todo aquello y mi única pregunta fue -¿cuánto se tarda en aprender a leer?-. La respuesta no me gustó nada, primero tenía que ir al colegio, después conocer cada una de las letras, y saber unirlas para formar los millones de palabras que existen.

¡Debí darle mucha pena!, mi padre convenció a mi madre para que me enseñase a leer; ella no tenía muy claro que una niña que casi ni hablaba fuese capaz de leer. ¡Sus clases eran pura pedagogía!, a mí me daba igual que me llamase torpe..., incluso que me arrease algún que otro coscorrón. Tener tanto trabajo siempre la privaba de paciencia. Aprendí mucho más rápido de lo esperado y como premio comenzaron a regalarme cuentos, más adecuados para mi edad que los libros de las estanterías, éstos sustituyeron a los juguetes, porque el dinero no sobraba en casa. Comencé a sentarme mirando a la pared, y sobre ésta colocaba la espalda de las muñecas y les leía los cuentos una y otra vez... y mi madre se enfadaba muchísimo, ¡qué coraje le daba!, decía que eso no era leer, que era inventar y que dejase de hacer teatro, bastante tenía con una hija a la que muchos creían muda, como para que ahora también creyesen que estaba loca. 





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