La vida son dos canciones



La vida son dos canciones, y como mucho, un vaso de vino para pasar el mal trago. Una de ellas, suena a todo volumen en los momentos buenos, felices, cuando creemos haber alcanzado la mejor ola y navegamos sobre nuestra brillante tabla sin reparar en que podemos pegarnos una buena revolcada. La otra, suena bajito, una y cien veces hasta que de tanto escucharla ya ni le prestamos atención pero la necesitamos ahí, acompañando a nuestro corazón arrugado y a nuestro ánimo cabizbajo.

No sabríamos componer ninguna de ellas, aunque sabemos reconocer la que se escribió para nosotros, nos sobran tres frases para abrazarla interiormente como nuestra, cerrar los ojos y asentir con la cabeza, porque es esa, y únicamente esa, la encontramos, y seguro que ya no vamos a perderla. 

Canta corazón, que el amor de mis amores ya está aquí.

Dime que no, y me tendrás pensando todo el día en ti, planeando una estrategia para un sí. 

Sobre un vidrio mojado escribí su nombre sin darme cuenta.

Sábanas frías sin su amor, ¡qué dolor!, ¡qué dolor!

Y regresé a la maldición del cajón sin su ropa.

Tócala otra vez, Sam, porque esta noche no deseo pensar, tan solo sentir, que cada nota de esa vieja canción me erice la piel, depositando en cada centímetro de ella un recuerdo diferente, bello, o amargo.





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